Después de una larga deliberación, amenizada por odaliscas danzando y sirviendo hidromiel, los dioses han decidido ampliar su radio de acción. Consideran que la literatura en prosa y verso no alcanzan para generar las dádivas de sus seguidores, por eso incluirán los artículos periodísticos, relatos, crónicas y demás muestras de su elocuencia y poder creativo. Bienvenidos a la remodelación, sigan y deleitense con las creaciones de sus dioses.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Nieve en el corazón


Sebastián pisó un ala de su sombrero para evitar que siguiera volando calle abajo. Lo tomó con fuerza y lo sacudió energicamente contra su pierna para quitarle la nieve. Mientras volvía a ponerlo sobre su cabeza, pensó que era la nevada más fuerte que había visto en los 30 años que llevaba viviendo en Garden City. El viento soplaba fuerte, inclemente con los peatones que se habían aventurado a salir de sus casa a pesar del pronóstico del clima, anunciado en el noticiero de la mañana. Sebastián maldijo su mala estrella y se aferró a su gabardina como un naufrago a una tabla. Se había desviado tres cuadras de su destino, apuró el paso porque necesitaba llegar antes de que anocheciera.

Sus zapatos de charol negro se hundían en los 15 centímetros de nieve que habían caído durante todo el día. Calado hasta los huesos por el frío de la ventisca y la humedad en sus pies, Sebastián divagaba sobre los acontecimientos de la última semana. La tormenta era una perfecta alegoría del amor en su vida. Había llegado con una fuerza imparable, desbocado, sin importarle que estaba pasando en su vida, y al final, pasaría, terminaría repentinamente, tal como había comenzado, dejando tras de sí la desolación de las calles abandonadas, el rastro de las huellas de los caminantes solitarios como heridas profundas. Sebastián no pudo menos que sonreír al llegar a la puerta de sus casa, por fin estaría a salvo, todo había terminado.

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