Después de una larga deliberación, amenizada por odaliscas danzando y sirviendo hidromiel, los dioses han decidido ampliar su radio de acción. Consideran que la literatura en prosa y verso no alcanzan para generar las dádivas de sus seguidores, por eso incluirán los artículos periodísticos, relatos, crónicas y demás muestras de su elocuencia y poder creativo. Bienvenidos a la remodelación, sigan y deleitense con las creaciones de sus dioses.

domingo, 18 de febrero de 2007

Los que sobran no bailan (crónica)

Por fin había llegado el gran día, la cartelera era explícita y no tenía razones para mentir:

Gran final del campeonato de Microfútbol de la facultad de Derecho

7:00 PM Inicio del protocolo de la final

GRAN FINAL
8:00 PM La ley VS. T.M.M.

9:00 PM Entrega de premios



Después de tanto esfuerzo, de tanto sudor derramado y de faltas recibidas la gloria estaba a solo cincuenta minutos. Todas las tardes duermo un rato para reponer el sueño que pierdo levantándome temprano, pero la tarde de ese viernes no pude pegar ojo, repasaba en mi mente una y otra vez la alineación de mi equipo y pensaba en la que probablemente iban a poner en el otro equipo, imaginé cientos de veces el desarrollo del partido y en cada uno de los finales estábamos levantando la copa con un grupo de fieles seguidores gritando nuestros nombres.

A eso de las seis de la tarde empecé a arreglarme para ir al partido, mi mamá me ofreció un sándwich pero los nervios no me permitían tragar nada. Caminé hasta la avenida tratando de recordar todo lo que había planeado durante la tarde, le metí la mano a una moto-taxi porque no quería llegar tarde a una cita tan importante. La expectativa aumentaba a medida que me acercaba a la cancha, las manos me sudaban y ya ni siquiera recordaba quienes iban ser los titulares.

El ambiente que había en la cancha era inmejorable. La multitud gritaba exaltada, la fiesta era amenizada por un espectacular picó de dos metros y justo en medio de la cancha encima de una mesa de madera estaba una espectacular copa de sesenta centímetros adornada con unas medallas que le colgaban de las asas, al lado estaba una copa más pequeña pero no era importante ni estaba dentro de nuestras aspiraciones de quedar campeones, no encajaba en el cuadro de nuestra victoria.

Se dio inicio al protocolo correspondiente, las palabras de la decana de la facultad, el secretario académico dijo algo acerca de que competir es más importante que ganar pero en el equipo no estabas de acuerdo con eso, ganar era lo único, el segundo es el primero de los perdedores y ese era un “honor” que no queríamos obtener.

La alineación era la mejor que tenía el equipo. Pipe, Turizzo, Cristian, Vichada y Bernardo eran los titulares, en la banca quedaron Nacho, Efraim y Daniel. Todos estaban motivados por ese hermoso trofeo, querían tenerlo en las manos y gritar que eran los mejores de la facultad. Apagaron la música del picó, el presentador empezó a llamar a los jugadores titulares de ambos equipos para que se formaran en el centro del campo. Sonó el himno a Cartagena, menos mal no pusieron el tropelín, se sortearon el saque y los lados de la cancha. Todo estaba listo, los jugadores se colocaron en sus respectivos lugares, los espectadores en silencio se comían las uñas esperando el pitazo inicial. Por fin el árbitro dio inicio al partido y Bernardo le pasó el balón a Cristian.

El primer tiempo estuvo reñido, con dos equipos nerviosos que no regalaban espacios y metían pierna fuerte. Cristian no le pegaba con precisión a la portería y varias veces tuvieron que ir a buscar el balón a la carretera; Bernardo se amarraba el balón al pie y lo perdía en jugadas tontas que muchas veces terminaban en jugadas de peligro; Vichada agarraba el balón y arrancaba a correr sin mirar a más nadie, con la cabeza enterrada en el piso para después patear sin precisión; Turizzo era el que más brusco jugaba, ya le habían puesto amarilla y en varias ocasiones se había salvado de ser expulsado. La atmósfera de la banca estaba eléctricamente cargada, temía decirles algo a los jugadores, no quería que sintieran presionados sino al contrario que se relajaran y se divirtieran jugando.

Para el segundo tiempo hice algunas modificaciones buscando darle profundidad al equipo y manejo de balón, por eso hice el cambio de Nacho por Vichada y Daniel por Bernardo pero fue un error rotundo porque en una jugada Nacho no volvió con su marca y Daniel no llegó a tiempo para detener el disparo, Pipe no alcanzó el balón y se metió en un ángulo. En la cancha Bernardo me gritaba que el hubiera podido impedir el gol, no sabía que indicaciones darles a los que estaban en la cancha, me agarré los cabellos buscando una solución que le diera la vuelta al partido. Esperaba que ese gol se convirtiera en el catalizador que les rellenara las baterías.

Los hinchas de nuestro curso gritaban que no importaba, que sigan pa` adelante, que el partido no ha terminado. El ánimo de nuestros seguidores nos dio fuerza para empezar a subir cuesta arriba la remontada. Los muchachos tocaban mejor, eran más ágiles y su espíritu de entrega era cada vez más visible en el campo pero el tiempo es algo que no se detiene y en ese momento estaba en nuestra contra. Los disparos se estrellaban contra los postes o el portero adversario los atajaba con facilidad. Nuestros seguidores seguían gritando para que no desfalleciéramos. Sólo quedaba un minuto en el reloj del árbitro cuando nos concedieron un saque de esquina, todos subieron en busca de un cabezazo salvador. Turizzo sacó con fuerza tratando de encontrar una cabeza amiga que le diera dirección de gol al balón pero en vez de eso unas manos ágiles de portero que convirtieron el peligro en ventaja, un contragolpe mortal que en dos toques y un disparo liquido la situación, de un supuesto uno a uno pasamos a un certero y contundente dos a cero.

El árbitro pito el final del partido, con el sonido del silbato se fueron nuestras ilusiones de campeonato. El gran campeón era T.M.M. No estaba en la mente de ninguno de nosotros la posibilidad de perder, nadie se había imaginado un cuadro donde fuéramos los perdedores y, en vez de levantar el gran trofeo y tener puestas las medallas doradas, tuviéramos que levantar un trofeo de consolación y unas medallas de “plata”. En las gradas unos festejaban, otros pegados a sus asientos no podían dar crédito a lo que sucedía, en el campo saludábamos a los adversarios en una muestra de Fair Play , hay que ser dignos hasta en la derrota pero todos preferimos ser guaches en la victoria.

No podíamos explicar que había pasado, éramos el mejor equipo del campeonato, habíamos llegado a la final invictos. Alguien a mis espaldas, como buscando una respuesta a la derrota, preguntó si alguien había tocado la copa antes del partido. Recordé la absurda creencia de que el jugador que tocara la copa de campeón antes o durante el partido le traía mala suerte a su equipo y por eso perdía el campeonato. Nunca he sido supersticioso pero sin embargo mientras el secretario académico decía sus palabras yo no me había podido resistir a la tentación de tocar la copa y menos teniéndola tan cerca. Les explique a los jugadores que eso era una tontería, que los errores que habíamos cometido durante el partido nos habían salido caros, que yo si había tocado la copa pero eso era una estupidez que se habían inventado los que perdían para justificarse. Mis amigos me miraron con recelo, algunos abrieron la boca para decir algo pero en el fondo sabían que tenía razón y por eso las volvieron a cerrar sin decir nada.

En el cuadro de la victoria los únicos que no encajaban éramos nosotros, los derrotados, sobrábamos. Nos invitaron a festejar el fin del campeonato que no importaba que hubiéramos perdido, que fresco que la próxima será, pero los ánimos estaban decaídos y no teníamos fuerzas para celebrar, no habíamos contemplado la posibilidad de la derrota y por eso nos era difícil aceptar que otro equipo obtuviera el trofeo, además los que sobran no bailan, se van a casa a dormir.