Después de una larga deliberación, amenizada por odaliscas danzando y sirviendo hidromiel, los dioses han decidido ampliar su radio de acción. Consideran que la literatura en prosa y verso no alcanzan para generar las dádivas de sus seguidores, por eso incluirán los artículos periodísticos, relatos, crónicas y demás muestras de su elocuencia y poder creativo. Bienvenidos a la remodelación, sigan y deleitense con las creaciones de sus dioses.

sábado, 20 de febrero de 2010

Historia de amor y odio por la "decepción" Colombia

A falta de poco más de 100 días para el mundial
Hay un refrán que dice, "del odio al amor hay un solo paso". Eso es lo que cada colombiano, amante del fútbol y con sentido patriótico, ha experimentado en cada partido que ha visto jugar a la selección Colombia en las tres últimas eliminatorias para clasificarse al mundial. Es imposible no montarse en un carrusel de emociones cuando juega la selección, o perder la noción de la delgada línea que divide al odio y al amor.Cada eliminatoria empezamos con la esperanza de que podemos clasificar, de que el mundial está al alcance de nuestras manos, sentimos que lo tocamos, casi podemos escuchar nuestro himno sonar en los partidos, llegamos hasta el último juego con la ilusión de que es posible, que por fin lo lograremos pero se desvanece en nuestras manos con el pitido final, y quedamos destrozados repitiendo la clásica frase: "Será la próxima".
Nuestro país está pasando una gran sequía de resultados internacionales en el fútbol. Desde que el Once Caldas ganó la Copa Libertadores de América en el año 2004, colombia no ha conseguido triunfos que permitan colocar nuestro fútbol en la élite del mundo. Es triste y frustrante ver como, año tras año, los equipos colombianos son eliminados en la Copa Libertadores y en la compa Sudamericana sin alcanzar instancias definitorias, y es más frustrante aún, ver como después de la Copa América de 2001, la selección nacional no ha tenido logros internacionales. Cuando álgo así pasa es lógico que se busquen culpables, que aparezcan los responsables de esta debacle, las razones por las cuales estamos sumidos en un desastre futbolístico.
Que será lo que le pasa al fútbol nacional? Será cuestión de genética? Será cuestión deportiva, de la dirigencia, de los propios jugadores? Son preguntas comunes y corrientes que nos hacemos todos pero no sabemos cual de todas esas opciones podemos escoger, podrían ser todas, alguna o ninguna. Lo cierto es que la mentalidad del colombiano está hecha para la mediocridad, no digo que sea bueno pero es la realidad. Una muestra clara de eso es el conformismo con el cuarto puesto que ocupó la selección Colombia sub-17 en el mundial de Nigeria. Si seguimos pensando que un cuarto puesto es bueno, seguiremos con la misma idea mediocre y seguiremos obteniendo resultados mediocres. Los jugadores necesitan confianza en sus capacidades, los técnicos deben inocularles la idea de que son tan buenos como cualquier jugador de las ligas de Europa, y que tenemos lo necesario para lograr grandes cosas, pero todo pasa por un cambio de mentalidad.
Tratando de olvidar estos sinsabores, me topé en internet con un capítulo de El siguiente programa de Martín de Francisco y Santiago Moure, llamado "Fracasamos otra vez rotundamente". Este capítulo trata sobre el fracaso de nuestra selección en el mundial de Frnacia 98. En la última escena, cuando regresan de Francia, les preguntan si deberían traer un técnico extranjero para que dirija la selección Colombia, el personaje de Moure contesta "no solamente deberían traer un técnico extranjero, sino toda la dirigencia extranjera, los jugadores extranjeros, y, de ser posible, 34 millones de extranjeros (en esa época era el número de habitantes del país) que poblaran Colombia, mientras nosotros marcharemos hasta las profundidades del mar, hasta ahogarnos. Yo prefiero pensar que en nuestro país hay suficiente talento humano para lograr grandes cosas en el fútbol, sino, sería bueno empezar a tomar clases de natación, por si acaso.

lunes, 15 de febrero de 2010

De paseo por el museo El Prado
















(Lucía Duque)
Ahí estábamos, dispuestos a iniciar una "conversación" por el medio menos recomendable para hablar con alguien y, sin embargo, el más utilizado por las personas por su facilidad para comunicar a largas distancias. Virtualmente sentados frente a frente, gracias a la magia de la tecnología podíamos observarnos y escucharnos a través de un computador. Carmen Lucía duque Zurita es un nombre que muchos desconocen en Colombia, la tierra que la vio nacer hace 25 años en Cartagena de Indias, pero que en España empieza a adquirir un espacio y un reconocimiento entre los pintores de una nueva generación. Lucía (así prefiere que la llamen) se fue con sus padres, desde que tenía 4 años, a vivir a Málaga, al sur de España, desde entonces no había regresado a Colombia, hasta principios de 2008, cuando decidió volver a su tierra natal para reencontrarse con sus orígenes.


La ventana del computador me mostraba a una joven atractiva, de cabello negro, largo, su voz es cálida, invita al diálogo, a la complicidad virtual. Su nariz es fuerte, prominente, sus ojos son claros y su boca dejaba escapar una sonrisa a cada pregunta. Me pidió que camináramos por el museo de El Prado en Madrid, uno de sus sitios favoritos porque se siente como en casa. Con el poder de la tecnología estábamos a un solo clic del destino deseado. Paseamo por salas con pintores desconocidos para mi, pero ella reconocía en cada cuadro, en cada pincelada las técnicas que aprendió en la escuela de artes de La Palma (Madrid) cuando estudió Diseño y artes aplicadas al muro, pero fue su abuela quien la inició en el mundo del arte y la pintura, fue su primera maestra cuando tenía 7 años y desde entonces supo que iba a ser pintora.


Nos detuvimos frente a uno de sus cuadros favoritos, Las hilanderas de Velázquez, mientras admirábamos el cuadro me contó que la pintura se había convertido en una necesidad de expresión para ella, más allá de hacerlo porque le gusta, su motivación real es todo lo que lleva guardado, que la gente cuando vea uno de sus cuadros o murales no se fije solamente en que es bonito que es impactante, sino que vean un mensaje escondido detrás de cada trazo, de cada pincelada, además, como a todo artista, le gustaría que la gente la reconociera, que así como ella reconocía esa obra de Velásquez por su forma de pintar, también la reconocieran por su técnica y su estilo para pintar.

















(Amanecer sin ti - Lucía Duque)

Seguimos caminando por otras salas del museo. Me guió a través de miles de cuadros hasta que llegamos al que quería mostrarme, El duque de Pastrana de autor desconocido. La tieera natal de los artistas tiene influencia sobre su obra, el entorno que los rodea se impregna en sus cuadros como una prueba fehaciente de su procedencia. Lucía me habló de sus cuadros, de la influencia que Colombia ejerce sobre ella, a pesar de la distancia siempre la ha llevado en su corazón y eso se ha reflejado en sus obras, con colores muy llamativos, usando elementos de las costumbres colombianas. El baile, la cumbia, el vallenato, las frutas, son pedacitos de nuestra cultura que se ven en la obra de Lucía, se puede apreciar la alegría de su patria en cada una de las pinceladas.




















(El son de la maye - Lucía Duque)


Reiniciamos nuestro recorrido. Debíamos darnos prisa porque El descendimiento de Van der Weyden nos esperaba. Su fascinación por ese cuadro es la sensación de vida y movimiento que tiene, como si el Cristo fuera a caerse de un momento a otro. Viendo esta obra no pudo evitar comentarme sus preferencias religiosas, cómo las personas a veces dejan caer a Jesús de sus corazones en vez de asirlo fuertemente para que se quede con ellos, y me confesó que, de cierta forma, su pintura es una alabanza a Dios.





(Más allá de los sueños - Lucía Duque)



Llegábamos al final de nuestro camino, se hacía tarde y las 7 horas de diferencia se hacían notar en el semblante de Lucía. El museo estaba a punto de cerrar y era necesario llegar a un último cuadro, Las tres gracias de Rubens. Algunos artistas son altruistas, tratan de devolver algo de lo que las personas les brindan, a través de fundaciones o de alguna ONG buscan ayudar y dar el mensaje que la gente no logra captar en sus obras. Lucía ayuda precisamente en una ONG de Málaga llamada Fantasía en lagunillas, que busca brindarles un lugar a niños pobres, en su mayoría inmigrantes o de ascendencia gitana, donde puedan aprender cosas nuevas y no estén en la calle expuestos en peligros. Así como Las gracias entregaban dones en la época mitológica, así busca Lucía a través de su don llevar un poco de alegría y darles herramientas a esos niños para que salgan adelante.

El fuerte sonido de las rejas del museo cerrándose nos indicaba que era momento de despedirnos, su sonrisa virtual era cautivante y guardaba la promesa de un próximo encuentro. Miles de kilómetros nos separaban, pero sabía que en ese momento nos habríamos dado un abrazo, el acostumbrado beso en cada mejilla y cada uno habría tomado el camino de vuelta para su casa. Por el contrario, nos despidió un movimiento borroso de su mano moviéndose de un lado a otro mientras decía hasta pronto.






(Museo de El Prado)