Después de una larga deliberación, amenizada por odaliscas danzando y sirviendo hidromiel, los dioses han decidido ampliar su radio de acción. Consideran que la literatura en prosa y verso no alcanzan para generar las dádivas de sus seguidores, por eso incluirán los artículos periodísticos, relatos, crónicas y demás muestras de su elocuencia y poder creativo. Bienvenidos a la remodelación, sigan y deleitense con las creaciones de sus dioses.

lunes, 15 de febrero de 2010

De paseo por el museo El Prado
















(Lucía Duque)
Ahí estábamos, dispuestos a iniciar una "conversación" por el medio menos recomendable para hablar con alguien y, sin embargo, el más utilizado por las personas por su facilidad para comunicar a largas distancias. Virtualmente sentados frente a frente, gracias a la magia de la tecnología podíamos observarnos y escucharnos a través de un computador. Carmen Lucía duque Zurita es un nombre que muchos desconocen en Colombia, la tierra que la vio nacer hace 25 años en Cartagena de Indias, pero que en España empieza a adquirir un espacio y un reconocimiento entre los pintores de una nueva generación. Lucía (así prefiere que la llamen) se fue con sus padres, desde que tenía 4 años, a vivir a Málaga, al sur de España, desde entonces no había regresado a Colombia, hasta principios de 2008, cuando decidió volver a su tierra natal para reencontrarse con sus orígenes.


La ventana del computador me mostraba a una joven atractiva, de cabello negro, largo, su voz es cálida, invita al diálogo, a la complicidad virtual. Su nariz es fuerte, prominente, sus ojos son claros y su boca dejaba escapar una sonrisa a cada pregunta. Me pidió que camináramos por el museo de El Prado en Madrid, uno de sus sitios favoritos porque se siente como en casa. Con el poder de la tecnología estábamos a un solo clic del destino deseado. Paseamo por salas con pintores desconocidos para mi, pero ella reconocía en cada cuadro, en cada pincelada las técnicas que aprendió en la escuela de artes de La Palma (Madrid) cuando estudió Diseño y artes aplicadas al muro, pero fue su abuela quien la inició en el mundo del arte y la pintura, fue su primera maestra cuando tenía 7 años y desde entonces supo que iba a ser pintora.


Nos detuvimos frente a uno de sus cuadros favoritos, Las hilanderas de Velázquez, mientras admirábamos el cuadro me contó que la pintura se había convertido en una necesidad de expresión para ella, más allá de hacerlo porque le gusta, su motivación real es todo lo que lleva guardado, que la gente cuando vea uno de sus cuadros o murales no se fije solamente en que es bonito que es impactante, sino que vean un mensaje escondido detrás de cada trazo, de cada pincelada, además, como a todo artista, le gustaría que la gente la reconociera, que así como ella reconocía esa obra de Velásquez por su forma de pintar, también la reconocieran por su técnica y su estilo para pintar.

















(Amanecer sin ti - Lucía Duque)

Seguimos caminando por otras salas del museo. Me guió a través de miles de cuadros hasta que llegamos al que quería mostrarme, El duque de Pastrana de autor desconocido. La tieera natal de los artistas tiene influencia sobre su obra, el entorno que los rodea se impregna en sus cuadros como una prueba fehaciente de su procedencia. Lucía me habló de sus cuadros, de la influencia que Colombia ejerce sobre ella, a pesar de la distancia siempre la ha llevado en su corazón y eso se ha reflejado en sus obras, con colores muy llamativos, usando elementos de las costumbres colombianas. El baile, la cumbia, el vallenato, las frutas, son pedacitos de nuestra cultura que se ven en la obra de Lucía, se puede apreciar la alegría de su patria en cada una de las pinceladas.




















(El son de la maye - Lucía Duque)


Reiniciamos nuestro recorrido. Debíamos darnos prisa porque El descendimiento de Van der Weyden nos esperaba. Su fascinación por ese cuadro es la sensación de vida y movimiento que tiene, como si el Cristo fuera a caerse de un momento a otro. Viendo esta obra no pudo evitar comentarme sus preferencias religiosas, cómo las personas a veces dejan caer a Jesús de sus corazones en vez de asirlo fuertemente para que se quede con ellos, y me confesó que, de cierta forma, su pintura es una alabanza a Dios.





(Más allá de los sueños - Lucía Duque)



Llegábamos al final de nuestro camino, se hacía tarde y las 7 horas de diferencia se hacían notar en el semblante de Lucía. El museo estaba a punto de cerrar y era necesario llegar a un último cuadro, Las tres gracias de Rubens. Algunos artistas son altruistas, tratan de devolver algo de lo que las personas les brindan, a través de fundaciones o de alguna ONG buscan ayudar y dar el mensaje que la gente no logra captar en sus obras. Lucía ayuda precisamente en una ONG de Málaga llamada Fantasía en lagunillas, que busca brindarles un lugar a niños pobres, en su mayoría inmigrantes o de ascendencia gitana, donde puedan aprender cosas nuevas y no estén en la calle expuestos en peligros. Así como Las gracias entregaban dones en la época mitológica, así busca Lucía a través de su don llevar un poco de alegría y darles herramientas a esos niños para que salgan adelante.

El fuerte sonido de las rejas del museo cerrándose nos indicaba que era momento de despedirnos, su sonrisa virtual era cautivante y guardaba la promesa de un próximo encuentro. Miles de kilómetros nos separaban, pero sabía que en ese momento nos habríamos dado un abrazo, el acostumbrado beso en cada mejilla y cada uno habría tomado el camino de vuelta para su casa. Por el contrario, nos despidió un movimiento borroso de su mano moviéndose de un lado a otro mientras decía hasta pronto.






(Museo de El Prado)

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